El mes pasado una importante publicación en temas de software dio a conocer los resultados de su estudio anual de sueldos y salarios versión 2015. El estudio presenta cifras y datos que pueden ser de utilidad para la toma de decisiones en el caso de aplicar para alguna promoción laboral, seleccionar una área de especialización o incluso elegir algún programas de actualización.
Me resultó relevante que según el estudio, de las 25 certificaciones analizadas un profesionista con especialización en Arquitectura Empresarial percibe aproximadamente un 33.3% más que uno con PMP e incluso percibe el doble de ingresos que uno con acreditaciones en seguridad.
No cuestiono cuál de las certificaciones debiera tener mayor peso y por consiguiente mayor remuneración en el mercado laboral en México, ya que como cualquier otro estudio estadístico, debemos sopesar las variables y el muestreo. Ni siquiera pretendo cuestionar si una certificación es necesaria o no, pues considero que particularmente para los profesionales de TI, esta es una de las mejores vías de actualización, incluso –con base en la duración- por encima de una maestría o diplomado.
Lo que me ocupa en esta ocasión es plantear qué tanto una certificación garantiza que el portador posea los conocimientos, habilidades y competencias relacionadas, pues en la realidad organizacional que me rodea directa e indirectamente, observo poco los beneficios de las certificaciones que ostentan algunos colegas al momento de aplicar esos conceptos, metodologías y marcos de referencia en problemáticas específicas que se les pide resolver.
Estoy hablando de los temas relacionados con las TIC, pero es igualmente aplicable para cualquier otro profesional dentro de cualquier función de la empresa e incluso para la empresa misma.He sido testigo de procesos de certificación en algunas empresas y observado con tristeza que perciben el proceso como un fin en sí mismo, más que como un medio para tener una mejora continua en la entrega de sus productos y servicios, siendo el principal beneficiado el cliente final.
Lo mismo me parece que sucede con las certificaciones tecnológicas en algunos casos. Colegas, colaboradores, jefes que ostentan 3 o más credenciales y que únicamente buscan el papel que los acredite sin importar si los conocimientos y habilidades son adecuadamente absorbidos, porque se asume que una certificación es un cheque en blanco.
No demerito las certificaciones ni a las instituciones que certifican las competencias correspondientes. Sin duda, obtener una certificación implica inversión de tiempo y dinero. El punto es qué tanto –en el momento de la verdad- se aplican los conocimientos y se ponen en práctica las competencias que avala cualquier certificado, en pro de resolver alguna problemática en particular y por consiguiente qué tanto se justifica una menor o mayor remuneración con base en ello, y cuanto estamos pagando en ocasiones por conocimiento ilusorio.
Publicado por ComputerWorld México