En un mundo global, dinámico, competitivo y con fronteras industriales convergentes, la adquisición de talento humano con altos niveles de eficiencia y conocimiento, se vuelve una prioridad. Particularmente en las áreas de TI – dada la multidisciplinariedad de los temas que abarca, así como del cambio que ahí sucede – es un dilema constante a resolver el decidir si implementamos con capital intelectual propio o de terceros. ¿Con o sin Ayuda?
En mi transcurrir organizacional, he visto como algunos ejecutivos de TI buscan desesperadamente al mejor candidato y para ello, hacen grandes inversiones de dinero. Desde el reclutamiento y selección, hasta el desarrollo, capacitación y retención del talento. Sin embargo, eso no garantiza que el elemento en cuestión, aún con todas las cartas credenciales tenga un desempeño notable y pueda o sepa resolver cualquier problemática que se presente.
En este punto, es cuando las áreas de TI, carentes de los profesionales con los conocimientos y habilidades necesarios y ávidas de tener el mejor tiempo de respuesta al negocio y los procesos más eficientes, voltean en busca de ayuda, en busca de un perfil con amplio dominio en temas de alineación TI/Negocio, seguridad, arquitectura empresarial, procesos, gestión del cambio, etc. En resumidas cuentas, en busca de consultores de TI, pensando que a través de ellos se obtendrá un diferenciador.
Considero necesario diferenciar entre servicios de consultoría y servicios de outsourcing. En los primeros, podemos encontrar asesores especializados en temas de TI. En los segundos, elementos que operen. En esta publicación hago alusión a los primeros. Aquellos profesionales que conocen de estrategia, de infraestructura y de procesos no solo de TI, sino también y tal vez más importante, de negocio.
De acuerdo con las cifras de reportes recientes, en México aproximadamente el 10% del gasto de TI es en servicios profesionales de consultoría. Gran desilusión, cuando el desempeño de la consultoría contratada deja mucho que desear, tanto por conocimiento como por ejecución. Existen muchas razones que explican más no justifican este hecho.
Por un lado, resulta natural -dadas las condiciones del mercado laboral- el ejercicio de la profesión como “freelance” o “consultor”, derivando en múltiples malas prácticas, entre ellas la subcontratación con diferentes firmas y la consecuente canibalización de productos y entregables de otros clientes, mermando la calidad, pureza de criterio y la ética y profesionalismo.
Conozco algunos consultores de TI, que bajo la bandera de “conocedor de todo, experto de nada”, ofrecen sus servicios al mejor postor. Otros que teniendo todas las certificaciones necesarias -e innecesarias- se venden como expertos en cierta materia. Y otros tantos, anclados a prácticas, marcos y modelos ya obsoletos para el contexto actual de la función de TI en las organizaciones modernas.
Si por el contrario, los servicios profesionales de consultoría en TI se ofrecen a través de una firma reconocida, la suerte no es mejor. Es práctica común la asignación de los elementos más novatos y con la mínima experiencia, al mismo costo de un elemento más experimentado, respaldado únicamente por el prestigio de la empresa.
Es de suma importancia que con la misma minuciosidad que evaluamos al capital intelectual que contratamos, evaluemos la firma de consultoría y a los consultores mismos e incluso sus procesos como organización, a fin de tener una idea al menos cercana, de lo que enfrentaremos. Después de todo, estamos confiándole un proyecto, el conocimiento del negocio y nuestra visión del futuro.
Algunos criterios que a mi parecer son básicos a evaluar de manera formal cuando requiramos servicios profesionales de consultoría en TI, son los siguientes:
* Probidad de experiencia
* Dominio en la gestión de proyectos
* Conocimiento en diseño de procesos
* Referencias comerciales
Y por último, mi mayor sugerencia es preguntarnos honestamente, si el tema en cuestión merece un sobrepago, por el uso de autonombrados expertos o vale más la pena, capacitar, priorizar y adjudicar a los recursos propios del área. Después de todo, ¿quién conoce mejor a la organización y en particular las áreas de oportunidad de nuestra función tecnológica, que nuestro personal?
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